Sor Consuelo fue una mujer exquisitamente femenina. Incluso, de una notable y notoria belleza física, que en ella no era sólo ‘física’, sino pura irradiación hacia fuera de su belleza interior. Pero Sor Consuelo fue, sobre todo, una Monja Mínima, enteramente fiel a su vocación y al carisma de la Orden en la Iglesia. Y fue, sin género de duda, una verdadera mística, aunque sin esos fenómenos extraordinarios -visiones, éxtasis, arrobamientos, etc.- con los que, frecuentemente, se ha identificado, es decir, confundido, la mística verdadera.
Sor Consuelo es una Palabra de Dios para nosotros. En sus escritos y, sobre todo, en su vida, es un mensaje vivo y una verdadera profecía en acción para todos.
En un mundo dominado despiadadamente por la tecnología y la mecanización, que invade irresistiblemente todas las formas de la actividad y que afecta no sólo al ambiente, sino a la misma persona humana, ‘deshumanizándola’ en todas sus dimensiones y relaciones; en un mundo dominado por el ruido, por la cultura de la imagen, por el culto a la exterioridad…
…Sor Consuelo nos transmite un mensaje de sano humanismo, de recuperación de la interioridad de la persona, con una llamada apremiante al silencio profundo, que favorece el encuentro vivo consigo mismo, con los demás y, en definitiva, con Dios, y a esa soledad ‘sonora’, que es vocación de compañía y de verdadera comunión.
En un mundo envenenado de mercantilismo, de espíritu comercial, de pérdida del sentido de la gracia y de la gratuidad …
…Sor Consuelo nos revela que el amor verdadero es siempre gratuito y que sólo en la entrega generosa a los demás está nuestra verdadera realización humana y cristiana.
En un mundo ‘poscristiano’, que rechaza el misterio y, por eso, ha caído en la ‘superstición’; que niega a Dios y, por eso, ha caído en múltiples formas de ‘idolatría’; que no sólo quiere y cultiva una ‘religión’ sin Iglesia, sino una ‘religión’ sin Dios…
…Sor Consuelo nos vuelve al centro mismo que fundamenta y explica nuestra existencia, y que garantiza nuestra dignidad de personas y nuestra insobornable libertad, que es el Dios revelado en Jesucristo, el Dios Trinidad, que nos ama y que anhela nuestra verdadera felicidad, que su infinita grandeza de Amor no sólo no nos ‘oprime’, sino que nos libera de nuestras limitaciones y de toda forma de esclavitud.
Frente al actual “neoespiritualismo alocado”, que muchas veces no es más que una experiencia de ‘vacío’ o de mero ‘intimismo’, o de pérdida en el ‘absoluto neutro e impersonal’…
…Sor Consuelo nos habla -desde su misma experiencia- de la unión y de la Comunión viva con las Tres Divinas Personas, que habitan en nosotros por amor y que establecen con nosotros relaciones de infinita intimidad.
Frente a tantas formas de ‘oración’, que no pasan de ser, muchas veces, un simple ejercicio de ‘relajación’ física o de ‘pacificación’ mental, e incluso de pérdida de la propia conciencia y de absorción en la ‘nada’…
…Sor Consuelo nos presenta la oración como “un trato familiar y asiduo -como un ‘ejercicio de amistad’- con el Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo.
En un mundo donde predomina la ‘acción’ e incluso el ‘activismo’…
…Sor Consuelo nos enseña a vivir la Pasión -con mayúscula- y también la pasión -con minúscula-, que no es mera ‘pasividad’, sino la suprema forma de cooperar en el misterio de la salvación. Sor Consuelo es, por vocación y por un don que rima perfectamente con sus más secretas y profundas aspiraciones y hasta con su misma ‘estructura’ psicológica, es de verdad contemplativa. Se sabe ‘contemplada amorosamente’ por Dios, por Jesús y por María, con una mirada que la envuelve, que la penetra, que la invade, que la ‘toca’ por dentro y que la transforma. Y ella se deja mirar, acogiendo activamente esa mirada. Por eso, es una persona de oración constante. Y ha aprendido a mirar a todos con la misma ‘mirada’, que ella ha recibido y experimentado.
Yo tiendo hacia Dios con toda la energía de mi alma como a único término de mi existencia y todo lo demás es nada para mí. Mi ambición es renovar a cada instante mi absoluta entrega a Dios Nuestro Señor sin reservarme la más mínima partecita … todo, lo mucho o lo poco que granjee en la vida, para su mayor gloria, para las almas necesitadas.
Sor Consuelo
En un mundo, dominado por el afán de poseer y de ‘consumir’, que intenta llenar el vacío de ‘ser’ con ‘tener’; y el abismo interior, con ‘cosas’ y con sensaciones, y que vive en múltiples formas de ‘esclavitud’
…Sor Consuelo nos da un maravilloso ejemplo de pobreza evangélica, necesitando muy pocas cosas para vivir y aun ésas, necesitándolas poco, no creándose nunca necesidades innecesarias, poniendo todo lo que era y tenía a disposición de los demás, confiando ilimitadamente en Dios y siendo soberanamente libre.
Frente a todas las formas de pelagianismo, que ponen más el acento en el esfuerzo humano que en la gracia de Dios…
…Sor Consuelo nos da un espléndido ejemplo del valor insustituible de la verdadera mística, que se define por un claro predominio de la acción de Dios sobre la acción del hombre y por el ‘protagonismo’ absoluto del Espíritu Santo, que precede siempre, que posibilita, crea y que exige la activa cooperación humana.
Como Monja Mínima, supo vivir el recio espíritu ‘cuaresmal’ de austeridad y de ‘penitencia’, propio de la Orden; pero, sin ‘rigideces’ ni extremismos ‘penitenciales’, en una actitud permanente de conversión, con aguda y gozosa conciencia de necesitar salvación y de ser salvada gratuitamente por la gracia de Dios.
Frente al individualismo religioso, que prescinde de la Iglesia y que quisiera un
“cristianismo a la carta”…
…Sor Consuelo nos revela y nos comunica un profundo y entrañable sentido eclesial y apostólico, que resalta en toda su vida y que pone de relieve en sus escritos.
Frente al “erotismo devastador”, del que habló Pablo VI (cf ET 13), que invade peligrosamente toda la sociedad actual, como una gravísima deformación del amor y del misterio mismo de la sexualidad humana…
…Sor Consuelo supo vivir una radiante virginidad integral, al estilo de Jesús y de María, entendida como apertura oblativa y como amor total, divino y humano, inmediato y universal, al Padre y a todos los hermanos, sin polarizaciones y sin exclusivismos.
Frente a la excesiva complicación de la vida espiritual -tal como se manifiesta en muchos libros de ascética cristiana-, que provoca inevitablemente la dispersión y el desconcierto…
Sor Consuelo, ya desde su misma adolescencia, nos da un maravilloso testimonio de unidad y de simplificación.
Quiero que mi principal y única obligación se limite a amar a Jesús y María, a repetírselo sin cesar y a dejarme invadir por su amor… ¡Amar, olvidarse, entregarse totalmente al Amado! ¡Oh vida ideal, vida infinitamente deliciosa! ¿cuándo te viviré?
Sor Consuelo
P. Severino Ma Alonso, CMF