Pensamientos de Sor Consuelo
Mi deseo es ir (si a Jesús le place) por el camino llano del amor y el sacrificio, unido a suma sencillez y alegría espiritual.
La juventud… es lo que voy a dar al Señor… ¿la vejez que nadie quiere y las arrugas? De ninguna manera. Quiero ser santa y una santa joven. No me conformaré con ir despacio; he de ir deprisa por el camino de la perfección. Si no gasto mi vida en agradar a El que me la dio, ¿para que la quiero? Quiero consumirme, pero verdaderamente, de amor… Nada:… o ser santa o la muerte.
Quiero ser santa no por mi gloria sino por la de Dios N.S. Que mi vida toda sea un perenne cántico de amor y acción de gracias a la bondad del Señor.
¡Qué alegría entregarme al Señor para siempre!
Yo no querría esto o aquello, sino lo que fuera más de su gusto, lo que sirviese para darle más gloria y hacerme santa más deprisa.
Mi principal y única obligación se limita a amar a Jesús y María, a repettirselo sin cesar y a dejarme invadir por su amor.
Deseo vaciar más y más mi alma de mi misma y de toda preocupación personal… olvidarme totalmente de mí para ser tanto más manejable y en cierto sentido flexible y apta para procurar la gloria de Dios. ¡Oh que bello y divino es olvidarse siempre, derramar beneficios en torno de sí, devolver bien por mal, prodigarse sin tasa… para ayudar a los prójimos, consolarlos, atraerlos al bien sin pretender jamás reconocimientos o aguardar estimas!
Como la humilde planta del campo echa en tierra sus raíces, así ¡buen Maestro! yo quiero arraigar en vuestro Sagrado Corazón.
¡Oh Espíritu Divino haced que marchemos unidos! Yo me entrego a Vos sin temores ni vacilación. A cierra ojos me lanzo en el seno de vuestra Providencia, conducidme, santificadme que a mí tan solo atañe borrarme y desaparecer.
Sí, yo tiendo hacia Dios con toda la energía de mi alma, como a único término de mi existencia y todo lo demás es nada para mí; mi ambición es renovar a cada instante mi absoluta entrega a Dios Nuestro Señor sin reservarme la más mínima partecita, ni exigir garantía ni proponer condiciones, ni asegurar mis intereses personales, nada de estas mezquindades, todo, lo mucho o lo poco que granjee en la vida para su mayor gloria, para las almas necesitadas; mi ilusión, renovar mi donación a Dios en cuerpo y alma, arrojándome a Él como el niño al cuello materno, amarle mucho y decírselo y volvérselo a decir sin cesar, para así arrebatar el Divino Corazón.
Quiero no obrar nunca por inclinación natural, sino por impulso sobrenatural buscando siempre a Dios Nuestro Señor para agradarle, y nunca por contentar mis gustos ni buscarme a mí misma, y deseo la muerte antes de que yo obre porque me vean las criaturas o por agradarlas.
Siento una sed insaciable del divino amor como si no le amase ni poseyese.
Quiero que mi cielo en la tierra sea sufrir por Ellos, Jesús y María, el hacerme como leña seca que se quema en su honor y en favor de los pobrecitos pecadores.
Quiero por mi oración atar las manos, por decirlo así, a Jesús para que no castigue el mundo pecador, hacerle violencia a su Corazón Sagrado por todas las necesidades de la Iglesia militante y su Vicario el Papa, sin olvidar a la purgante.
Quiero que mi pasión dominante sean los intereses de Jesús, olvidarme a mí misma… ni preocuparme de lo que los demás piensen de mí…; ni procuraré o buscaré para mí ni la aprobación ni el favor, ni aun la benevolencia de criatura alguna… No hay para mí más que una cosa importante: la gloria de Dios y la salvación de las almas, y para ello, el momento preciso que se me asigna.
Quiero ser dócil, muy dócil en manos del Divino Artífice para que El haga de mí lo que le plazca…, solo ansío y pido mucha buena voluntad y perderme en los espacios infinitos en que no se respira más que amor. Mi corazón le busca sin cesar y quiere perderse en El y llevar aquella vida escondida con Cristo en Dios de que habla San Pablo.
Mi corazón salta de gozo cuando pienso que vivo en la oscuridad y silencio, olvidada y desconocida del mundo o sus secuaces, como esa flor que se consume y marchita a los pies de Jesús Sacramentado, recreándole con su aroma, pasar desapercibida a los ojos de todos por amor de Dios ¡Qué alegría!
Estoy bien, porque estoy en las manos de Dios y como estoy con El quiere pues estoy muy bien.
Qué felicidad estar unida a Dios…
La vida es milicia, ¡hay que gastarse por Cristo!