Sor Consuelo no se contentaba con hacer bien las cosas o el bien a las personas, sino que deseaba ardientemente hacer todo por amor y con amor. Era el modo mejor de cumplir la voluntad de Dios.
Dejándose hacer buscó con firmeza de voluntad, el olvido propio y el abandono al querer del Padre, escogiendo a la Santísima Virgen como modelo perfecto de obediencia a la voluntad de Dios.
En María descubrió que hacer la voluntad de Dios es lo único que tiene realmente valor y merece la pena. Observando a la Virgen en su silencio, aprendió que los caminos de Dios son inescrutables, que Él es providente y todo lo dispone con sabiduría. Aprendió a fiarse totalmente de Dios y a abandonarse en sus manos.
Dios que no se deja ganar en generosidad, premió su empeño llevándola a la intimidad más profunda.
Como compendio sublime de su más íntima verdad, Sor Consuelo escribió esta oración confiada:
«Quiero ser dócil, muy dócil en manos del Divino Artífice, para que Él haga de mí lo que le plazca, no siguiendo nunca mis caprichos y miras personales por no contrariar la acción del Espíritu de Amor. Solo ansío y pido mucha buena voluntad y perderme en los espacios infinitos en que no se respira más que amor; mi corazón le busca sin cesar y quiere perderse en Él y llevar aquella vida escondida con Cristo en Dios que habla San Pablo. ¡Oh, Espíritu Divino, haced que marchemos unidos! Yo me entrego a Vos sin temores ni vacilación. A cierra ojos me lanzo en el seno de vuestra Providencia, Conducidme, santificadme que a mí tan solo me atañe borrarme y desaparecer. Sí, yo tiendo hacia Dios con toda la energía de mi alma, como a único término de mi existencia y todo lo demás es nada para mí; mi ambición es renovar a cada instante mi absoluta entrega a Dios Nuestro Señor sin reservarme la más mínima partecita, ni exigir garantía ni proponer condiciones, ni asegurar mis intereses personales, nada de estas mezquindades, todo, lo mucho o lo poco que granjee en la vida, para su mayor gloria, para las almas necesitadas; mi ilusión renovar mi donación a Dios en cuerpo y alma arrojándome a Él como el niño al cuello materno, amarle mucho y decírselo y volvérselo a decir sin cesar para así arrebatar al Divino Corazón. Quiero no obrar nunca por inclinación natural, sino por impulso sobre natural buscando siempre a Dios Nuestro Señor para agradarle, y nunca por contentar mis gustos ni buscarme a mí misma, y deseo la muerte antes de que yo obre porque me vean las criaturas o por agradarlas». |
Fuente:
González de la Aleja, R. (2006). Quiero ser santa. El camino espiritual de la venerable Consuelo Utrilla Lozano, Monja Mínima de Daimiel. EDIBESA.