¡Vive para Ella! ¡Vive con Ella!

Madre mía Inmaculada, enséñame a ser de Jesús por Ti, a estar con Él solo contigo, a vivir para Él imitando tu vida.

Estas palabras de Sor Consuelo condensan su deseo de caminar profundamente unida a María para amar como Ella a Jesús. Este es el aspecto más característico de su espiritualidad, su sentir mariano.

Era muy devota de María por amor y por gratitud:

«He aquí la razón por qué he de ser muy devota de María: Primeramente por puro amor y desinteresado cariño ya que Ella es tan buena, pura y bella que es digna de ser amada por sí sola con infinito amor, digna de arrebatar el corazón todo con todos sus entusiasmos por la atracción de sus encantos y bondades maternales, por las tiernas y compasivas muestras de amor que Ella me da; y en segundo lugar por justa gratitud, pues nadie se salva y libra de males sino por María y ninguno alcanza favores sino por María».

María era su maestra, quien desde muy pequeña le enseñó a vivir plenamente para el Señor, a abandonarse totalmente en manos de Dios, a responder a la gracia y a cooperar con ella en disponibilidad perfecta, para que el Espíritu Santo obrara en su persona, y a través de ella, para bien de la Iglesia.

Realmente su amor a la Virgen la condujo a la unión que tanto deseaba con Cristo Jesús:

«Dime Madre del alma cómo amas a Jesús para imitarte y quererle mucho y dar mi vida por Él. Dime cómo haré para sumergirme y abismarme en su Corazón sagrado para no salir nunca de Él y consumirme en ese fuego que abrasa su Corazón. No más ingratitudes, no más   infidelidades que tanto te han hecho sufrir. Lejos de mí el mundo con todas sus riquezas y placeres y vanidades, quiero y es mi voluntad de ahora para siempre amarte cada día más y más hasta el infinito si pudiera ser».

Sor Consuelo por María pudo olvidarse de sí misma, centrar toda su atención en Dios y darse toda a Jesús. Firmemente unida a Ella alcanzó las más altas cumbres de la vida cristiana.

El amor y abandono filial de Sor Consuelo en las manos de María quedó confirmado en los numerosos textos que nos dejó. A continuación, una breve recopilación de algunos referidos a la Inmaculada Concepción de María.

«María Inmaculada, símbolo y compendio de toda belleza, me enloquece y enamora».

«Infinitas gracias os sean dadas, oh Trinidad Santísima, por haber creado a María Santísima sin pecado, por haberla honrado con tantas gracias y prerrogativas y haberla dado por Madre y Abogada nuestra. No puedo, Dios mío, daros las gracias que se os debe por ese grande y admirable favor y te suplico Virgen Santísima, Madre y Abogada nuestra, que Vos  las deis por mí».

«La mirada de la mejor Madre esté siempre fija en tu alma recreándose en ti como azucena perfumada por tu pureza, y sea Ella tu alegría y el sol de tu vida. Dile con frecuencia: Madre mía que quien me mire te vea; Madre Inmaculada que mi corazón sea inmaculado para dar gusto a tu Jesús. ¡Vive para Ella! ¡Vive con Ella! Abrásese en su amor tu corazón».

«Madre Inmaculada, ni más saber que a tu Jesús, ni más querer que a su Corazón, ni más hacer que su gusto y todo esto por medio de Ti y a tu imitación«.

Sor Consuelo del Inmaculado Corazón de María deja constancia de su incondicional adhesión a María, a quien debe todo:

A Ella debo toda mi dicha, todos los bienes me vinieron juntamente con Ella. Gracias, Señor por esta bendita devoción.


Fuente:

González de la Aleja, R. (2006). Quiero ser santa. El camino espiritual de la venerable Consuelo Utrilla Lozano, Monja Mínima de Daimiel. EDIBESA.

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