Adentrémonos en el silencio del corazón, adoremos su Presencia amorosa y acojamos su Misterio. Nos ha traído la Vida eterna, debemos acogerla y orar para que todos conozcan esta consoladora Verdad. Nuestro sufrimiento ha sido redimido, podemos ofrendarnos con Él.
¡Cómo quisiera disminuir el dolor de mis hermanos, de todos los hombres! “No llores” dijo Jesús a la viuda de Naím, y sus palabras consoladoras iban repletas de Vida y Resurrección.
Sí, no llores hermano, es el deseo que Jesús hace surgir en mi corazón para asumir tanto dolor, para con-sufrir con los que lloran.
Jesús nos ha dicho: Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados, el profeta Isaías nos adentra en el deseo de Dios: consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señor.
Sí, hermano, no llores, abre tu corazón a Aquel que YA HA ASUMIDO todo dolor.
Jesús que mueres en la Cruz, mira, ilumina los corazones desgarrados. Déjanos escuchar tu voz: ¡No llores! Y levanta nuestras vidas hacia tu luz.
No llores, hermano, fíjate en Aquel que pende de una Cruz, que por ti, se abraza al madero, asume la muerte siendo la VIDA, y ENTREGA su vida por AMOR. No llores, hermano, la muerte de Jesús es nuestra victoria. Tu dolor unido a su DOLOR es prenda de salvación. ¡Sí, hermano! Para vivir hay que morir. El sufrimiento es compañero de camino, pero no atravesará los umbrales de la eternidad.
Como Jesús, debemos abrazar la Cruz. ¡Sí, hermanas! Elevemos juntas nuestra plegaria hecha canción: Abraza a Jesús crucificado, siguiendo su camino de pobreza y humildad. Con Él y como Él, hasta el final, si sufres con Él, con Él reinarás.
Yo quiero irradiar esta certeza que Dios arraiga en mi corazón. Desde la clausura, cada minuto, cada acto, cada instante… hacer viva esta plegaria. Contemplando el Amor de Jesús, en la oración, encuentro a mis hermanos y es Jesús quien aúna los anhelos del corazón y traspasa tiempo y lugar para llevar a otros el CONSUELO, la ALEGRÍA y la PAZ que Él derrama para repartir.
El camino no es fácil, no estamos solos, Él continúa susurrándonos… ¡No llores!
Hoy nos toca a nosotras descubrir Su Consolación, irradiar su Presencia, con-sufrir con los demás.
Sí, hermanos, todos podemos con-sufrir, ofrecer nuestros dolores, nuestras luchas, nuestras dificultades, nuestras enfermedades, nuestros sin sentidos, nuestro no entender…
¿Cómo?
Abrazados a la Cruz de Jesús, asumiendo su Dolor con mi dolor, porque “Gracias a la muerte del Hijo, el hombre es un ser para la entrega. ¡Este es el anhelo de nuestro corazón! Nuestras vidas están llamadas a tomar la cruz y seguir a Jesús. Estamos llamados a entregar la vida como el Hijo, con el Hijo, en el Hijo… Jesús ha convertido el destino de la muerte de los hombres en posibilidad de ofrenda” (Manuel Pérez Tendero)
Alegrémonos, hermanos, ¡Jesús vive! El misterio de la Vida pasa por la muerte. Quien sufre con esperanza encuentra la vida para él y para los demás.
“La vida es milicia (lucha), lo importante es gastarse por Cristo” “Todo por Jesús y María, por la salvación de las almas” que decía nuestra hermana Sor Consuelo.
¡Este es el secreto de la felicidad y de la vida sin fin!
¡No llores hermano! ¡Déjate labrar en la Cruz de Jesús!
OREMOS CON LOS SALMOS
Escúchame, Señor, que te llamo, ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio, no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá. Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana… Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.